Se cuenta que hace mucho tiempo, en un río de la selva, ubicado en Tingo María, vivía Alberto, un pescador. Un día Alberto salió de faena con su lancha, junto con su mejor amigo de nombre Pío. Estando ya dentro del poderoso río, Alberto sintió cansancio por las largas horas que navegaba. Al llegar la noche y preocupado porque no habían pescado nada, decidieron regresar. Pasada media hora, ambos amigos escucharon una melódica canción en medio de la noche. Ellos pensaron que era el viento con el vaivén de las olas y no le dieron importancia al sonido. Pio, remando más despacio, decidió ver que animal provocaba tan bello sonido y divisando a una sirena hermosa con cabellos cristalinos, ojos brillantes y con una silueta de mujer inigualable, ella llevaba entre sus manos una varita que daba buena suerte. Pío se puso a pensar en ese momento en los rumores de vertían otros pescadores de la suerte y la fortuna que traía la varita de la sirena. Entonces decidió arrebatarle la varita a la sirena. Antes de hacer ello, la sirena se zambulló en el agua.
Pío dio un salto, tomó la varita y de otro brinco volvió a la lancha y remó como nunca antes lo había hecho, y se alejó de ese lugar. Alberto le preguntó las razones de aquella acción tan peligrosa a su amigo y este le respondió y solo estaba ejercitando los músculos y así en medio de la conversación se dirigieron hacia el muelle. Cerca de las dos de la mañana, Pío no podía dormir tranquilo por la acción que había realizado en el mar y mientras pensaba , nuevamente escuchó la melodía. Él se levantó asustado y miró por la ventana, era la sirena que lo llamaba. Pío salió a pasear para borrar el miedo que llevaba dentro. Se encontró con Alberto y decidió contarle lo que venía ocurriendo todas las noches. Sin haberle creído Alberto le respondió: “Esa es la varita de una sirena y mientras tú la tengas te traerá mala suerte; es mejor que la devuelvas antes que pase más tiempo”. Después de la conversación, Pío regresó corriendo a su casa, cogió la varita y se fue a tirarla al río en un lugar muy alejado para que nadie lo viera. Pero en su mala suerte pisó un pozo de agua. De inmediato, Pío se convirtió en una inmensa peña. El poder de la varita hizo que desde ese día, ese lugar se convirtiera en una piscina natural de aguas quietas y cristalinas. Pero no tengas miedo si te encuentras una, esta es solo una leyenda. ¿O no?
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